En dos recientes entradas en su blog El
rincón de Sísifo, nuestro
compañero Carlos Fernández Oropesa nos presenta sendos temas
que
suscitan mucha controversia, como son el
tratamiento farmacológico de la “prediabetes” (ENLACE A LA ENTRADA AQUÍ) y el uso
de
estatinas en la prevención primaria de la enfermedad
cardiovascular (ENLACE A LA ENTRADA AQUÍ), en vez de apostar por
establecer hábitos de vida saludables. Nuestra compañera
Elena Álvaro, del Servicio de Farmacia del Hospital Costa del Sol, una vez más ha elaborado el siguiente resumen
que esperamos que leáis y disfrutéis como se merece.
En
los últimos años hemos asistido a un cambio en los estilos
de vida,
lo que ha llevado a que si bien se vive más años, los
niveles de
glucemia son mayores, enfrentándonos a una epidemia global
de diabetes
mellitus tipo 2 (DM2). La
DM2 se puede prevenir promoviendo hábitos de vida
saludables. La
industria farmacéutica, en su afán por crear un nuevo nicho
de
mercado, ha creado el concepto de “prediabetes” para
englobar a
todos aquellos pacientes que presentan más riesgo de
desarrollar DM2 y que serían candidatos a un
tratamiento farmacológico que ayude a prevenir el desarrollo
de DM2.
Los fármacos menos adecuados serían los secretagogos ya que
tienen
más riesgo de agotar las células beta pancreáticas, sin
embargo,
se han posicionado como tratamiento de la “prediabetes”
porque
reducen la glucemia de forma significativa a corto plazo.
Se
ha llevado a cabo un revisión que incluye 6 ECA,
donde estudian el
tratamiento de la “prediabetes”. Los autores concluyen que «No
hay pruebas suficientes que muestren si los secretagogos
de insulina
en comparación principalmente con placebo reducen el
riesgo de
presentar DM2 y las complicaciones asociadas en personas
con un
riesgo aumentado de presentar DM2».
La
línea entre la “prediabetes” (108 y 126 mg/dl) y la diabetes
(cualquier valor superior) la marca un valor analítico. No
se sabe con seguridad
si la “prediabetes”
es solo un trastorno definido mediante un análisis de
laboratorio o
es un factor de riesgo para la DM2 y que pueda
ser tratado.
Lo que sí sabemos es que la
actividad física y una
dieta baja en carbohidratos, pueden evitar
el desarrollo de
DM2 y disminuir de forma
efectiva las tasas de enfermedad
cardiovascular, por lo
que no tendría sentido iniciar un tratamiento
farmacológico en
estos pacientes.
Por
otro lado, basándose en los últimos artículos publicados más
relevantes sobre el uso de estatinas en la prevención
primaria de la
enfermedad cardiovascular y su seguridad, nuestro compañero
Carlos
Fernández Oropesa nos ofrece una serie de recomendaciones:
1.-
La decisión de si emplear estatinas como prevención
primaria, se debe de individualizar a cada caso, y
no se puede
generalizar, ya que no todos los tipos de pacientes son
iguales ni
presentan los mismos riesgos cardiovasculares. Tampoco
son
iguales las diferentes guías publicadas, por lo que no son
equiparables.
2.- Para aclarar
la evidencia debemos analizar los
datos disponibles, procedentes de los ensayos clínicos. Para
ello
recomendamos el post “Actualización de las recomendaciones de uso de los hipolipemiantes en la prevención de la enfermedad cardiovascular”, que nos servirá también, para
una adecuada toma
de decisiones compartida con los pacientes.
3.-
Centrar la decisión
en el riesgo
cardiovascular y no en los valores de cLDL para
evitar el
problema de sobreutilización en aquéllos pacientes que no
las
necesitan e infrautilización
en los que pueden beneficiarse de ellas.
4.-
Respecto al cálculo del riesgo cardiovascular, en
España
contamos con las tablas REGICOR
(de elección) y las SCORE ( nueva versión publicada para
pacientes
>65 años).
5.- Optar
como medida
de prevención
de la enfermedad cardiovascular por tratamientos no
farmacológicos
(dieta, ejercicio físico, estrés, sueño…) que, además,
tienen
una estrecha relación con la prevención de distintos tipos
de
cáncer.
6.-
Además de los efectos adversos de las estatinas no
podemos
obviar que éstas también interaccionan
con
otros medicamentos y, en algunos casos, de forma
problemática.
7.-
No obstante, si estamos ante un paciente que ya está tratado
con
estatinas y los riesgos actuales (habrá que revisar
periódicamente el tratamiento) no justifican los posibles
beneficios, podemos plantearnos su deprescripción.
Por
tanto, en
vez de optar
por medicalizar a “pacientes" sanos,
deberíamos optar
por prevenir unas
enfermedades
cuyas causas se deben a hábitos
de vida
poco
saludables,
y nuestros esfuerzos deberían ir dirigidos a promover
dichos hábitos.
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