Estimados compañeros
Tras un paréntesis estival, volvemos con ánimos renovados y con un tema del que ya hemos hablado en una entrada anterior: los fármacos antidemencia en la Enfermedad de Alzheimer (EA), su modesta eficacia y su tendencia a la cronificación.
Hemos creído pertinente darle una nueva vuelta a este tema al hilo de esta noticia: Francia deja de financiar los medicamentos para el Alzheimer. Esta medida, motivada por su escasa eficacia y desproporcionados efectos adversos, es efectiva desde el 1 de agosto de 2018 y afecta tanto a los inhibidores de la acetilcolisterasa (IACE): donepezilo, galantamina y rivastigmina, como a la memantina.
En nuestro país, mientras que no se tome una decisión similar, seguimos financiando estos medicamentos, pero dado que su evidencia a largo plazo de resultados en salud es limitada y poco concluyente, se impone que estos tratamientos sean objeto de una evaluación periódica (cada 6 meses en fases iniciales y posteriormente, de forma anual). Como guía y ayuda para ello, creemos interesante compartir con vosotros el documento Seguimiento y retirada de fármacos antidemencia, publicado en 2016 por Osakidetza. En él se abordan aspectos generales tanto de la enfermedad como del tratamiento farmacológico, incluyendo su evaluación, cuándo procedería retirarlo y cómo hacerlo.
¿Cuál es la situación en nuestro Distrito?
Hemos analizado el uso de IACEs en nuestro Distrito. Actualmente, tenemos unos 951 pacientes con donepezilo, galantamina o rivastigmina. De ellos, casi un 30% llevan 5 o más años de tratamiento (hay pacientes que llevan más de 9 años). Estas duraciones de tratamiento tan prolongadas son especialmente llamativas si tenemos en cuenta que sólo están indicados en EA leve a moderadamente grave y que, por desgracia, se trata de una enfermedad cuya progresión no se detiene. Como se afirma en el informe de Osakidetza, sólo se recomienda mantener el tratamiento si el Mini-Mental (MMSE) permanece por encima de 10 puntos y las condiciones globales, funcionales y de comportamiento del paciente permanecen a un nivel que se considere que merece la pena continuar con el mismo.
Una vez más nos encontramos con el clásico caso: medicamentos que se inician pero que nadie parece querer o poder retirar cuando su uso ya no está justificado. Así, entre todos, seguimos sometiendo a los pacientes a tratamientos que no están exentos de efectos adversos a cambio de un beneficio prácticamente inexistente. La solución es bien conocida: la revisión periódica de los tratamientos y, llegado el caso, su deprescripción. Se trata de un problema que debemos abordar; seguir sin hacer nada y cerrar los ojos no arreglará nada. Como en el cuento de Monterroso, cuando despertemos, el dinosaurio todavía estará allí.
Que paséis un buen fin de semana.
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